Estaba una espora hojeando "Mujer Hoy", una de esas revistas "femeninas" que te dan con el periódico los fines de semana, y se encontró con este artículo que, bajo el título "Felicidad: ¿misión imposible?", habla de los resultados de un estudio muy científico (¡hecho por un profesor y una profesora de Economía de la Universidad de Pennsylvania, EE.UU., utilizando la neuroeconomía, nada menos!) que analiza la evolución de la felicidad de las mujeres.
Parece ser que, a pesar de que las mujeres de hoy en día vivimos mucho mejor que nuestras abuelas, somos más infelices. Dice el artículo que actualmente se han reducido las diferencias entre sexos, tan evidentes hace años, y que la estructura social patriarcal de hace 30 ó 40 años ha ido desapareciendo. Entonces, ¿qué nos pasa a las mujeres de hoy en día, que vivimos mejor pero estamos menos contentas? Pues, mientras que para quienes realizaron el estudio, "la situación es un auténtico rompecabezas", para la autora del artículo la cosa está clara: "el mayor de los problemas es que [las mujeres] no quieren renunciar a nada".
Esta conclusión se sustenta en las opiniones de Isabel Coch, "experta en psicología femenina", que considera que "al poder compararse ahora con los hombres, la sociedad ha inflado demasiado las expectativas femeninas, haciendo que ellas se hayan vuelto más ansiosas e insatisfechas". ¿La solución? Muy simple: las mujeres que se sientan infelices deben "dedicar más tiempo a las actividades que realmente les gustan" y disminuir "el tiempo empleado en tareas desagradables". Además, deben admitir que algo "no marcha bien en su interior" y "aceptar el problema", para así poder comprender las razones de su "malestar interior" y tratar de solucionarlo.
Vaya, hacía tiempo que no se encontraba esta espora con un compendio tan bien estructurado de clásicos patriarcales (será que hacía mucho que no leía revistas de esta índole), así que me voy a permitir, desde mi pequeña blog-plataforma de comunicación espórica revisar desde el feminismo las cosas que nos dice este articulillo. La más evidente, y seguro que os habréis dado cuenta, es que, una vez más, la culpa de que las mujeres seamos menos felices es nuestra; tenemos un malestar interior producto de nuestra ambición. Y es que, ¿qué esperábamos? Queremos tenerlo todo y nos comparamos con los hombres. ¡Habrase visto semejante osadía!
Claro, si partimos, como hace el artículo, de que ya no hay patriarcado ni prácticamente diferencias entre sexos, es decir, si la sociedad en la que vivimos es ya igualitaria, está claro que las mujeres somos unas insatisfechas empedernidas y nunca acabamos de estar contentas. Sin embargo, el propio artículo nos da algunas claves de lo que sucede en realidad.
Las diferencias entre sexos son ahora menos evidentes que hace años, sin duda, pero eso no significa que hayan desaparecido; siguen estando ahí, escondidas bajo formas más sutiles que hacen más difícil su identificación. Y esto, a la fuerza, tiene que generar malestar entre las mujeres que no son feministas y/o que no tienen los recursos necesarios para poner nombre a lo que les sucede, a las desigualdades a las que tienen que enfrentarse cada día. Hilando con esto, puede que el patriarcado, tal y como lo conocíamos hace 30 ó 40 años, haya ido desapareciendo, pero no así la estructura social patriarcal. Aunque las formas sean distintas, las consecuencias sobre las vidas de las mujeres (y de muchos hombres) siguen siendo devastadoras. Ahora luchamos contra un patriarcado camuflado que nos enseña por debajo de la puerta la patita enharinada haciéndonos creer que se trata de mamá cabra que vuelve a casa. ¡Cuidado! Resistir era más sencillo cuando veíamos claramente al lobo por la ventana, pero ahora muchas se dejan engañar por la capa de harina y sufren las consecuencias de abrir, confiadas, la puerta. Lo peor es que, mientras las devora el lobo, aún se preguntan qué es lo que les está pasando.
El patriarcado moderno está encantado desde que ha descubierto el truco de la harina y, de hecho, cada vez se esmera más. Creo que ha contratado a todo un equipo de profesionales de la cosmética para que el disfraz de cabra sea cada vez más perfecto. Algunos de sus secretos de belleza son ya clásicos, como el desvirtuar el feminismo como método científico, de modo que alguien pueda plantearse hacer una investigación "seria" sobre la situación de las mujeres sin tener en cuenta el punto de vista feminista (normal que, sin esta perspectiva, quienes hicieron el estudio se encontraran con un "auténtico rompecabezas"). Otra estrategia habitual consiste en hacer creer a las mujeres que sus problemas son personales y que ellas son las culpables de su infelicidad, lo que cortapisa su capacidad de acción personal (a través de la culpa) y colectiva (individualizando sus problemas). Parece que, ahora más que nunca, tenemos que desempolvar aquello de "lo personal es político".
Finalmente, me gustaría resaltar el párrafo del artículo (casi al final) que habla de las encuestas realizadas por el Centro de Investigaciones Sociológicas y que, a pesar de que queda camuflado entre tanto argumento patriarcal, ofrece datos muy interesantes: "el colectivo femenino que más infeliz se siente son las amas de casa", el 26% se muestran bastante satisfechas con su vida, frente al 45% de las empresarias. En el artículo explican que esto se debe a que las amas de casa han elegido mal, culpabilizando una vez más a las propias mujeres. En cambio, las esporas, desde nuestra perspectiva feminista, leemos este dato al revés, de modo que damos la vuelta a toda la argumentación del artículo: si las empresarias son más felices que las amas de casa, entonces es que las mujeres ambiciosas, las que "no quieren renunciar a nada", son las más felices.
Parece ser que, a pesar de que las mujeres de hoy en día vivimos mucho mejor que nuestras abuelas, somos más infelices. Dice el artículo que actualmente se han reducido las diferencias entre sexos, tan evidentes hace años, y que la estructura social patriarcal de hace 30 ó 40 años ha ido desapareciendo. Entonces, ¿qué nos pasa a las mujeres de hoy en día, que vivimos mejor pero estamos menos contentas? Pues, mientras que para quienes realizaron el estudio, "la situación es un auténtico rompecabezas", para la autora del artículo la cosa está clara: "el mayor de los problemas es que [las mujeres] no quieren renunciar a nada".
Esta conclusión se sustenta en las opiniones de Isabel Coch, "experta en psicología femenina", que considera que "al poder compararse ahora con los hombres, la sociedad ha inflado demasiado las expectativas femeninas, haciendo que ellas se hayan vuelto más ansiosas e insatisfechas". ¿La solución? Muy simple: las mujeres que se sientan infelices deben "dedicar más tiempo a las actividades que realmente les gustan" y disminuir "el tiempo empleado en tareas desagradables". Además, deben admitir que algo "no marcha bien en su interior" y "aceptar el problema", para así poder comprender las razones de su "malestar interior" y tratar de solucionarlo.
Vaya, hacía tiempo que no se encontraba esta espora con un compendio tan bien estructurado de clásicos patriarcales (será que hacía mucho que no leía revistas de esta índole), así que me voy a permitir, desde mi pequeña blog-plataforma de comunicación espórica revisar desde el feminismo las cosas que nos dice este articulillo. La más evidente, y seguro que os habréis dado cuenta, es que, una vez más, la culpa de que las mujeres seamos menos felices es nuestra; tenemos un malestar interior producto de nuestra ambición. Y es que, ¿qué esperábamos? Queremos tenerlo todo y nos comparamos con los hombres. ¡Habrase visto semejante osadía!
Claro, si partimos, como hace el artículo, de que ya no hay patriarcado ni prácticamente diferencias entre sexos, es decir, si la sociedad en la que vivimos es ya igualitaria, está claro que las mujeres somos unas insatisfechas empedernidas y nunca acabamos de estar contentas. Sin embargo, el propio artículo nos da algunas claves de lo que sucede en realidad.
Las diferencias entre sexos son ahora menos evidentes que hace años, sin duda, pero eso no significa que hayan desaparecido; siguen estando ahí, escondidas bajo formas más sutiles que hacen más difícil su identificación. Y esto, a la fuerza, tiene que generar malestar entre las mujeres que no son feministas y/o que no tienen los recursos necesarios para poner nombre a lo que les sucede, a las desigualdades a las que tienen que enfrentarse cada día. Hilando con esto, puede que el patriarcado, tal y como lo conocíamos hace 30 ó 40 años, haya ido desapareciendo, pero no así la estructura social patriarcal. Aunque las formas sean distintas, las consecuencias sobre las vidas de las mujeres (y de muchos hombres) siguen siendo devastadoras. Ahora luchamos contra un patriarcado camuflado que nos enseña por debajo de la puerta la patita enharinada haciéndonos creer que se trata de mamá cabra que vuelve a casa. ¡Cuidado! Resistir era más sencillo cuando veíamos claramente al lobo por la ventana, pero ahora muchas se dejan engañar por la capa de harina y sufren las consecuencias de abrir, confiadas, la puerta. Lo peor es que, mientras las devora el lobo, aún se preguntan qué es lo que les está pasando.
El patriarcado moderno está encantado desde que ha descubierto el truco de la harina y, de hecho, cada vez se esmera más. Creo que ha contratado a todo un equipo de profesionales de la cosmética para que el disfraz de cabra sea cada vez más perfecto. Algunos de sus secretos de belleza son ya clásicos, como el desvirtuar el feminismo como método científico, de modo que alguien pueda plantearse hacer una investigación "seria" sobre la situación de las mujeres sin tener en cuenta el punto de vista feminista (normal que, sin esta perspectiva, quienes hicieron el estudio se encontraran con un "auténtico rompecabezas"). Otra estrategia habitual consiste en hacer creer a las mujeres que sus problemas son personales y que ellas son las culpables de su infelicidad, lo que cortapisa su capacidad de acción personal (a través de la culpa) y colectiva (individualizando sus problemas). Parece que, ahora más que nunca, tenemos que desempolvar aquello de "lo personal es político".
Finalmente, me gustaría resaltar el párrafo del artículo (casi al final) que habla de las encuestas realizadas por el Centro de Investigaciones Sociológicas y que, a pesar de que queda camuflado entre tanto argumento patriarcal, ofrece datos muy interesantes: "el colectivo femenino que más infeliz se siente son las amas de casa", el 26% se muestran bastante satisfechas con su vida, frente al 45% de las empresarias. En el artículo explican que esto se debe a que las amas de casa han elegido mal, culpabilizando una vez más a las propias mujeres. En cambio, las esporas, desde nuestra perspectiva feminista, leemos este dato al revés, de modo que damos la vuelta a toda la argumentación del artículo: si las empresarias son más felices que las amas de casa, entonces es que las mujeres ambiciosas, las que "no quieren renunciar a nada", son las más felices.
Ojo, no estamos diciendo que ser empresaria sea un camino de rosas ni que sea la opción ideal ni que el mundo esté preparado para que las mujeres puedan ser empresarias en igualdad de condiciones. Nada de eso. Pero nos quedamos con la idea de que las mujeres más felices son aquéllas que pueden elegir libremente lo que quieren hacer y, a menudo, lo que quieren hacer no es lo que el patriarcado quiere que hagan. Nos quedamos con el dato optimista, porque nos reafirma en nuestra lucha como feministas, y nos interesamos por el artículo en su totalidad, porque nos recuerda que no se puede bajar nunca la guardia.